Enrique Minor, profesor de la licenciatura en Economía y que imparte la clase de Políticas de Disminución de Pobreza, nos platica sobre su más reciente publicación en colaboración con CONEVAL y UNICEF: “Pobreza infantil y adolescente en México, 2022”.
Muchas gracias por acceder a esta entrevista profesor, para empezar nos interesaría saber, ¿dónde completó su formación académica y qué lo motivó a entrar en el mundo de la docencia?
Muy bien, pues muchas gracias por la oportunidad de hablar un poco sobre lo que hago y, sobre todo, sobre un tema tan complejo y trascendente como lo es todo lo relacionado con la pobreza, especialmente para ciertos grupos de población, en particular la población infantil y adolescente. Acabamos de terminar un informe reciente sobre esto.
Mi formación académica se inició en la Universidad Autónoma Metropolitana, donde obtuve mi licenciatura. Posteriormente, realicé mi posgrado, maestría y doctorado en el Colegio de México.
A lo largo de mi vida, más allá de mis estudios en economía, me he dedicado a la docencia. Desde muy joven he sido docente, así que cuando me preguntan cuál es mi profesión y mi grado, siempre respondo que mi profesión es ser profesor, ya que la enseñanza es lo que más valoro y disfruto.
Durante bastante tiempo, trabajé en el CONEVAL, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, y puedo decirte que fui de las primeras personas que ayudó a consolidarlo, que se formó oficialmente en 2006, aunque la Ley General para el Desarrollo Social se promulgó en 2004. Trabajé allí hasta 2018 y mi principal papel fue contribuir y colaborar en la consolidación de la metodología para la medición de la pobreza, además de realizar estudios y análisis para su medición. Esto me permitió poco a poco consolidar mi área de especialización en todo lo relacionado con la pobreza y la evaluación de políticas públicas. Precisamente por esto fui invitado a impartir esta clase en la universidad, la cual, como te habrás dado cuenta, es una de las que más disfruto.
¿Existe alguna razón particular por la que eligió impartir clases en la UP, o fue específicamente por esta materia que imparte de Políticas de Disminución de Pobreza que le llamó la atención?
Sí, sí tengo que decirlo porque, fíjate, mi enfoque ha sido principalmente en la docencia y he pasado por muchas universidades públicas y privadas aquí en la ciudad. De las universidades privadas, he estado en la Ibero, en el Tec, donde estuve un poco más de tiempo, y he sido invitado también en el ITAM para dar clases. En cuanto a las universidades públicas, he estado en la UAM, UNAM, Politécnico, etc. que también me han invitado.
Déjame decirte que una de las cosas que más me llamó la atención de la UP es que tuvieran una materia específica de análisis de pobreza y de políticas públicas para combatirla. Realmente me fascinó. He pasado por muchos lugares y nunca vi una universidad que tuviera una vertiente tan específica. Casi siempre el tema de la pobreza se trata en las materias de desarrollo, algunos seminarios de investigación, pero una materia específica como la que tiene la Panamericana es, para mí y desde mi área de experticia, verdaderamente importante. Lo más relevante también es que esta materia está en el tronco de las materias de economía, porque casi siempre los temas de desigualdad, marginación y pobreza tienen una base muy sociológica. En sociología es más fácil que encuentres problemas relacionados con el desarrollo y la pobreza, pero pocas veces lo encuentras desde una perspectiva económica.
Curiosamente, buena parte de las propuestas metodológicas y de políticas públicas han surgido a partir del análisis económico del comportamiento de los agentes, de las personas que viven en situación de pobreza. Creo, en ese sentido, que la economía ha dado una gran aportación al análisis y estudio tanto de las causas como de las soluciones a los problemas de pobreza. De hecho, los premios Nobel, entre otros, nos dan cuenta de eso.
Te voy a contar algo muy personal. Siempre me hacen esa pregunta sobre si tuve influencias importantes, pero creo que la primera motivación que tuve fue precisamente mi experiencia personal. Yo provengo de una familia muy humilde, de una madre jefa de familia sin la presencia del padre, y vivimos situaciones complicadas marcadas por la pobreza. Como niño, nunca entendía por qué vivíamos así, y eso fue mi primer impulso para preguntar: ¿Por qué estamos así?
A veces, las motivaciones personales pueden ser más trascendentes que las grandes influencias externas. Para mí, sirvieron de reflexión. Recuerdo cuando era niño, en la vecindad observaba a los que tenían más y nosotros teníamos lo poco que mi madre podía proporcionarnos. Eso generó una inquietud en mí que, afortunadamente, pude canalizar hacia el análisis y estudio para entender ese contexto y entorno.
Luego, cuando tuve la oportunidad de estudiar, como vengo de una familia humilde, tuve que trabajar y estudiar al mismo tiempo. Era complicado, pero manejable. Recuerdo salir de la UAM en Iztapalapa a las 10:00 de la noche y trasladarme hasta Ecatepec, tomando parte en metro y parte en transporte público. Era agotador.Lo que también me marcó profundamente fue ver a niños de la calle acomodándose entre los vagones del metro a altas horas de la noche. Pensaba, esto no puede ser, no quiero vivir en un país donde no podamos hacer algo por nuestra gente.
Mis principales motivaciones fueron mis experiencias personales y el entorno que me tocó vivir. Posteriormente, descubrí que había mucha gente trabajando comprometidamente en estos temas. En la UAM Iztapalapa, profesores como el Dr. Ignacio Llamas en economía de la educación, y el profesor Enrique Dussel, aunque era filósofo, ofrecían cátedras abiertas que eran maravillosas para mí.
Esa fue mi ruta crítica y cómo empecé a explicar y entender las cosas. No me fui por el lado sociológico o antropológico porque, además, me gustaban mucho las matemáticas. Encontré esa conexión entre lo social y lo matemático en la economía, que entendí desde un principio como una ciencia del comportamiento, un área que explora cómo los individuos toman decisiones ante la escasez de recursos, siendo la pobreza una situación de carencia y escasez extrema.
En ese sentido, la economía me motivó mucho a estudiar todas estas problemáticas. Así es un poco de mi historia personal, lo que viví en mi contexto y los profesores comprometidos que tuve, todos ellos inmersos en estos temas. La ciencia económica, literalmente, es nuestra vida.
¿Hubo alguna situación específica que haya visto en la realidad de México o durante su carrera en el CONEVAL que lo impulsara a investigar cómo está la pobreza en la infancia y adolescencia?
Fíjate que sí, te platico que yo veía a niños y niñas en el metro, refugiándose en los vagones. Creo que se escondían, y cuando aparecía el vigilante, a veces hasta parecía que se hacían los desentendidos, sin saber a dónde irían esos pobres niños. Más tarde, trabajé en el Sistema de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes en la Secretaría de Gobernación. Dejé el CONEVAL en 2018 y recibí la invitación para incorporarme, dada mi experticia en pobreza, a un área donde era el encargado del diseño de la política pública para la protección de los derechos de niñas, niños y adolescentes, así como de los sistemas de información sobre estos derechos.
Estuve ahí de 2018 a 2021. Fue entonces cuando tomé conciencia de la complejidad de los problemas, como bien lo mencionas. La población infantil es extremadamente vulnerable a muchas atrocidades sociales, como la pedofilia y la violación. Mientras estuve allí, me llamó la atención profundizar en qué estaba pasando y entender un poco más estos fenómenos.
Aunque en México se ha hecho un gran esfuerzo por recopilar información, rara vez la explotamos adecuadamente. Tomé como una misión personal el estudio y análisis de los temas de la población infantil con un énfasis particular en pobreza y trabajo infantil. También formé parte de un grupo coordinado por la Secretaría del Trabajo y otras instancias para supervisar que las empresas y centros de trabajo no emplearan a población infantil.
Nos llegaba información complicada a SIPINNA (Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes), teníamos una instancia jurídica que veía esos temas, y yo discutía estos casos con la abogada, proporcionándole contexto con la información estadística y geográfica. Esto nos permitió plantear soluciones efectivas a las problemáticas. Hicimos un trabajo muy importante de coordinación. Por ejemplo, diseñamos un mecanismo de intervención para niñas embarazadas que detectaba y activaba un protocolo específico, el cual implementamos con éxito en Hidalgo y luego en Chihuahua.
Así fue como me adentré más en estos temas, sin perder mi base en economía, pero involucrándome más en temas de derechos humanos. Si quieres, en otra entrevista podríamos discutir sobre la economía de los derechos humanos, ya que creo que hay un falso debate sobre cómo las distintas visiones impactan nuestro entendimiento.
¿En la edición de 2022, ha identificado algunas conclusiones relevantes o diferencias significativas en comparación con la edición anterior?
Fíjate que, entrando en materia sobre la medición de la pobreza infantil, hay cosas que son interesantes. El primer dato, que ha sido el más divulgado, es que la pobreza en general disminuyó, y esto también ocurrió en la población infantil. Sin embargo, otro aspecto es que la población infantil y adolescente siempre muestra niveles de pobreza más altos que la de la población adulta. Por ejemplo, para 2022, mientras que el porcentaje de pobreza en la población adulta era del 32.5%, en el caso de la población infantil era del 45.8%. Esto significa que, aunque ambos porcentajes bajaron, la brecha entre la pobreza adulta e infantil sigue siendo importante.
Este diferencial nos lleva a preguntar: ¿Por qué los niños y adolescentes son más pobres en términos porcentuales que la población adulta? Hay varias explicaciones. La primera es que, en general, los hogares con mayores niveles de pobreza son aquellos con mayores tasas de fecundidad y son hogares jóvenes. Muchos de los jefes de familia son jóvenes y enfrentan problemáticas que persisten en muchos lugares. Además, tenemos un tema metodológico: medimos la pobreza en niñas y niños como si fueran adultos, es decir, aplicamos la misma regla que se usa para un adulto también para un niño. Esto podría ser una razón por la cual persisten estas diferencias.
Cada uno de estos puntos se puede profundizar. Las necesidades de los adultos son diferentes a las de los niños. Por ejemplo, las necesidades de un niño de 8 años que está en la escuela no son las mismas que las de un adulto de 30 a 35 años.Parte de mi trabajo actual, ahora que estoy más liberado del servicio público y más involucrado en la academia, es analizar más a fondo estas cuestiones. Es interesante que en México, la medición de la pobreza se basa en derechos sociales, que son parte de los derechos humanos. Medimos aspectos como la educación, la salud, la seguridad social, las condiciones de vivienda y la alimentación desde un enfoque de derechos. Pero nos faltan cosas, por ejemplo, en la Convención sobre los Derechos del Niño, el derecho número 20 menciona el acceso a las tecnologías de la información, una dimensión que actualmente no está incluida en la medición de la pobreza en México. Esto sugiere que podríamos necesitar ajustar el umbral de lo que consideramos pobreza infantil y replantearnos qué nivel y tipo de derechos queremos medir. Estas son algunas de las tareas pendientes.
En su estudio sobre la pobreza infantil y adolescente, seguramente se encontró con realidades difíciles. ¿Podría compartir alguna historia o dato que ilustre lo que enfrentan estos jóvenes en su día a día y cómo esto lo motivó en su investigación?
Sí, fíjate que voy a abordar tu pregunta de una manera distinta. Efectivamente, cuando elaboramos este tipo de informes nos basamos principalmente en datos estadísticos, encuestas y fuentes de información del INEGI. Esta es una dimensión que nos permite cuantificar, es decir, determinar cuántas personas están en situación de pobreza y a qué nivel. Pero hay otra dimensión que los números no logran capturar, y es la vivencia misma de la pobreza. Vivir en pobreza genera muchos problemas en las personas, como problemas de autoestima, comportamiento, aceptación y depresión en muchos casos.
Este es un elemento ético y moral que siempre vale la pena tener presente. Estudiamos y analizamos la pobreza por muchas razones, pero una de ellas es por una cuestión ética. No podemos aceptar que nuestros semejantes vivan en esas condiciones, por lo que debemos pensar en qué podemos hacer al respecto. La experiencia de la pobreza puede ser muy complicada y, a veces, esa vivencia propia de la pobreza no es capturada por los números. Para eso existen otras metodologías, como las sociológicas, antropológicas y étnicas, que se enfocan en analizar las condiciones de la pobreza.
Si vamos a hablar de la problemática de la pobreza, hay muchos temas que están al día. Mencionabas hace rato la pederastia, que es una problemática que, por ser tan complicada y difícil de aceptar socialmente, se habla poco de ella, pero existe. Otro problema actual es el reclutamiento por grupos de delincuencia organizada, ya que es una población vulnerable, disponible y, en algunas comunidades, abundante.
Si me permites referirme a un caso que puede ser representativo, es el de esta chica de Querétaro (Controversia en Querétaro sobre el caso de una adolescente víctima de violación, acusada de homicidio por la Fiscalía tras un aborto). En su situación se conjuga todo lo que significa la pobreza y el estado de vulnerabilidad. Ser niña, ser indígena, no contar con su madre, es decir, no tener un hogar ni una estructura familiar que la proteja, y no asistir a la escuela, deja a expensas de otras personas que pueden ser sus familiares o no. Aunque los números indican que, principalmente, las niñas violadas lo son por algún familiar cercano. Este es un tema que también se puede abordar, pero más allá de su condición, el abandono institucional es lo peor de todo, como cuando la justicia declara culpable de asesinato a una niña. Si yo quisiera hablar de la vivencia de la pobreza, invitaría a cualquiera a leer sobre lo que está pasando en este caso de esta niña.
Con base en lo que ha descubierto, ¿hay alguna política pública específica que considere que podría generar un cambio importante para abordar la pobreza de niños y jóvenes en el país?
Sí, en ese sentido, lo urgente es recalcar la importancia de la política pública orientada a la atención de la niñez y la adolescencia. Ha habido esfuerzos que son meramente políticos; es muy vendible el discurso sobre la niñez. Cuando se habla de “niñez”, todo el mundo se interesa porque los niños son nuestro presente y futuro, pero luego el interés desaparece, se acaban los discursos, se acaban los globos y adiós. No hay un compromiso real. Es urgente reconocer que los niños no son solo una gracia de Dios, sino también una obligación social; nuestra obligación. Es muy importante que se reconozca que tanto niñas como niños tienen derechos, no solo el derecho a la educación, sino derechos humanos plenos. No son propiedad de los padres ni de las familias; las familias son sujetos obligados a garantizar los derechos de la niñez y de la adolescencia.
Las autoridades también deben tomar conciencia de su responsabilidad en este proceso. Hay muchas cosas que hacer, pero lo urgente es eso. En México, la ley de derechos de niñas, niños y adolescentes obliga al gobierno a desarrollar un programa especial de atención. El encargado de hacerlo es el SIPINNA. Aunque es un organismo sumamente pequeño y más bien una instancia de coordinación, la ley reconoce que todas las instancias del gobierno son sujetos obligados, pero esto no se ha hecho efectivo.
Otra tarea específica y urgente es asegurarnos de que el derecho de las niñas y niños a acceder a las tecnologías de la información se haga efectivo. Sé que hay discusiones sobre los riesgos de que los niños usen celulares, pero el acercamiento a las tecnologías debe ser responsable, regularse adecuadamente y contar con la supervisión de la policía cibernética. A menudo, las jóvenes son captadas por mafias cibernéticas, pero ¿dónde está el esquema para prevenir eso? No basta con quitarles el celular; eso no es dar acceso a la tecnología, eso es ponerlos en riesgo. La tecnología y la informática deben ser un verdadero factor de cambio y ayudar a resolver los problemas de la pobreza. Siempre me he imaginado la posibilidad de una niña indígena en una zona rural que, a través de su celular, pueda comunicarse con otros niños de otras partes del mundo y ver sus realidades reflejadas en ellos. Esto abre un panorama completamente diferente y es precisamente lo que la tecnología actual permite.
A menudo, las investigaciones como estas pueden inspirar a las nuevas generaciones. ¿Qué le diría a los estudiantes de economía que quieren hacer una diferencia en su comunidad o en el país, especialmente en temas tan cruciales como la pobreza infantil?
Hay muchas cosas que puedo decir a un joven economista sobre por qué esto es importante, pero déjame referirme, por ejemplo, a Léon Walras, quien desarrolló buena parte de lo que hoy conocemos como economía del bienestar. A finales del siglo XVIII, había una tensión muy fuerte en Europa, donde estaba muy en boga la crítica marxista al sistema capitalista. En ese entonces, Walras y otros autores reconocieron que las críticas hacia el comunismo y el laborismo tenían un punto importante que nosotros, desde la economía, no habíamos podido explicar: para qué sirve a la sociedad y a las personas todo este conocimiento y bagaje sobre mercados, precios y el sistema financiero que conocemos, pero no hemos sabido explicar bien. Esto es parte del origen de lo que en economía se conoce como los modelos de equilibrio general y, muy en particular, de los teoremas del bienestar económico y la eficiencia de Pareto.
Sin embargo, lo que más me interesa, y aquí vuelvo a lo que mencionábamos al inicio, es que la economía es también, y sobre todo, una economía del comportamiento. Si queremos entender cómo toman decisiones los agentes económicos y queremos dedicarnos, desde un punto de vista más abstracto, a la teoría y todo eso, la pobreza es un espacio donde se vive día a día esa toma de decisiones. Te levantas sin saber si tendrás trabajo, entonces ahí aplicas todo lo que has aprendido en economía sobre elección bajo incertidumbre, preferencias, etc. Todo ese conocimiento sobre el comportamiento de consumidores y productores se aplica para entender este fenómeno. Cualquier cosa que aportemos en ese análisis será bienvenida por una cuestión simplemente ética y moral: hacer algo bien por el bien de todos nosotros.